Firma invitada:
JUAN MARI GASTACA – Periodista
Deberíamos ser sinceros y compartir que todavía hoy nos cuesta asumir esa imagen real de una mujer en la cúspide de la pirámide. Quizá a partir de la confluencia en este punto de encuentro podamos acotar el debate posterior sobre el porqué de esta resistencia ¿mental? ¿emocional? ¿generacional? para arañar posibilidades a una obligatoria transformación sociológica que se resiste.
La necesaria visibilidad del éxito femenino no ha encontrado los cauces de proyección suficientes, o debidamente influyentes. Incluso, bastaría una primera radiografía nada apasionada para concluir que quizá tardará en voltearse este palmario desequilibrio. ¿Tiene solución en el tiempo a corto y medio plazo? Acaso la pregunta más precisa e intencionada sea ésta: ¿hay voluntad?
A veces se propaga aviesamente la sensación de que la mujer ha equivocado su estrategia al abanderar una lucha contra el mundo masculinizado cuando trata de abrirse un hueco en el contexto más multidisciplinar de la sociedad competitiva. Que es un error situarse a modo de trinchera desde la que combatir. Que debería procurarse exprimir con pragmatismo la lluvia fina de la sensibilización. Vaya, el camino de la perseverancia. ¿Y si se agota la paciencia?
El hombre se ha adueñado del escenario porque el camino del reconocimiento siempre le ha resultado más proclive, como si fuera pensado para él. Es probable, incluso, que no se atisbe debilidad alguna en su comportamiento para así impedir cualquier flanco abierto que le perturbe su superioridad. Es aquí donde toma su razón de ser la teoría de que la alternativa del meritaje femenino no puede radicar, de momento, en la vía del pulso, de la confrontación. Apostemos por el acercamiento para que hombre y mujer se encuentren.
Hay que compartir el momento, el debate, la oportunidad, el reto. ¿Y cómo se llega a ello cuando parece transitarse por vías paralelas incapaces de confluir? Nunca mejor que ahora se disponen de las herramientas más propicias para adecuar una respuesta contundente que abra un camino hacia la igualdad desde el reconocimiento expreso de la condición femenina.
Las nuevas tecnologías asisten a la equiparación; al menos, restituyen las desigualdades. El manejo inteligente y adecuado de sus capacidades allana el camino hacia la equiparación porque estructura escenarios físicos e intelectuales inéditos hasta ahora. La proyección acertada de esta nueva realidad agrietará mentalidades arcaicas y posibilitará el ansiado reconocimiento de que nunca jamás el mérito sea cuestión de género.